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Marcelo Rivero nació el 10 de noviembre de 1937, en Villa Dolores, y murió el pasado 21 de agosto, a los 79 años. La mayor parte de su vida transcurrió en San Luis, Villa Mercedes, San Francisco del Monte de Oro y Quines. Desde los 20 años se aferró a la vocación docente. Además, impulsó proyectos en escuelas rurales y urbanas, como meteorología en el aula, radio en el aula y una fábrica de juguetes de madera.

Publicó siete libros (uno de ciencia ficción), incursionó en el ciclismo y fue heladero. Tuvo 3 hijos y cinco nietos. San Francisco lo extraña.

“Papá siempre tuvo un ejercicio constante de lectura que nos inculcó desde pequeños, tanto él como mi madre, Berta Edith Abaca, se desempeñaron como docentes en nuestra infancia, además de otras actividades laborales, entre las que se destaca la heladería artesanal ‘Keops’ de Quines. Él no sólo aprendió las recetas de los helados, sino que también proyectó un interesante circuito de heladerías en pueblos aledaños”, contó su hijo Ari Rivero, licenciado en Comunicación Social, que trabaja actualmente en el Programa de Ajedrez ULP.

En los años 90, Marcelo comienza a escribir poemas y participa de algunos concursos. Una década después cumple su sueño y edita su primer libro: “El Oro de Carolina”.

A pulmón, esta fue una condición que lo acompañó en toda su estancia como escritor; siempre estuvo convencido de lo que pretendía lograr y lo alcanzó, a su manera trascendió”, aseguró Ari.

“Lo recuerdo muy verborrágico, amable, de buena presencia, dueño de una buena redacción. Ayudó a varias personas del pueblo a escribir notas y cuestiones formales; siempre estuvo atento para ello, por lo cual era muy solicitado”, expresó su hijo.

Así como aportó investigaciones históricas y pedagógicas, Rivero incursionó en la ciencia ficción.

“Él escribió porque estuvo convencido que tenía cosas para contar, que las mismas podrían ser de utilidad para entusiastas docentes que se animen a innovar en el seno del ámbito educativo y proyectar las enseñanzas más allá del espacio aúlico”, señaló.

“Papá me enseñó a leer, nadar, conducir, ser puntual, educado en la mesa… Me inspiró a soñar y creer que todo es posible si contamos con la motivación necesaria. Disfrutó y fue testigo de la formación profesional de nuestros hermanos: Gisela Rivero, abogada; Sebastián Alexis Rivero, licenciado en Ciencias de la Información, profesor de folklore, bailarín y cantor, guitarrero, y estudia actualmente música”, consideró.

Fuente y foto: Familia Rivero.

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