La provincia de San Luis, vivió un fin de semana religioso, con la celebración que se realizó en la Villa de la Quebrada y en Renca.
Luego de las misas, llegó la procesión que marchó en silencio y respeto. Ambas festividades contaron con la participación del Obispo de San Luis, Monseñor Pedro Martínez.
En pocas horas, las imágenes que más devoción generaron en la comunidad puntana y en las provincias vecinas, portadas por promesantes y peregrinos, salieron de su santuario como cada 3 de mayo y recorrieron las calles derramando bendiciones. Con esta procesión finalizaron las festividades religiosas en las capitales de la fe puntanas.
La misa central de la celebración del “Señor de los Milagros, Señor de Renca” se realizó a las 10:30 y la procesión una hora después. La solemne fiesta patronal del Santo Cristo de la Quebrada, en tanto, se llevó a cabo en la tarde, luego del oficio religioso.
Acerca de la historia de los Cristos de la Quebrada y Renca
Cuenta la historia, que el hachero, Juan Tomás Alcaráz, encontró la imagen- una de las más pequeñas que se veneran en el país- durante la primera mitad del siglo pasado en el corazón de un algarrobo, escondido allí, tal vez para salvarlo de los indios; otros dicen que no era ciego, ni era hachero, pero que sí, lo encontró milagrosamente.
Es un Cristo en cruz, no agonizante, sino muerto. Está clavado en una cruz de madera cuyo stipes (madero vertical) mide unos 27 centímetros, y unos 20 centímetros el patibulum (madero horizontal). La cruz es de color verdoso y las tres puntas superiores terminan en forma redondeada, pintadas de dorado. Es también de madera su base irregular y la leyenda “INRI”. Tiene también 3 aspas doradas que salen de los ángulos de la cruz -la cuarta se debe haber perdido-, que simbolizan el resplandor de la cruz.
Según relatos, la historia del Señor de los Milagros de Renca, comienza con la llegada de los jesuitas provenientes del Valle de Limache (Chile), en 1732. Surge entonces la tradición del “Señor del Espino”, réplica de la antigua imagen que fuera descubierta accidentalmente en Chile por un aborigen ciego en el tronco de un espinillo, recuperando milagrosamente la vista. En su honor, esta orden construye la capilla de Nuestro Señor de Renca, considerada una de las más antiguas de San Luis.