Dora Ochoa de Masramón, puntana y maestra rural, autora de esta obra entrañable, funde la naturaleza del Valle de Concarán con la sabiduría popular de sus habitantes. Masramón, que nació en 1912 y falleció en 1991, guía con su pluma al lector a través del folklore, las tradiciones, costumbres, supersticiones, coplas, danzas, la cultura y la identidad del lugar que describe con maestría. También la fauna y la flora son pintadas con una pormenorizada descripción de sus especies y usos populares. Movida por su amor a los pájaros, la autora dedica una sección de la obra al estudio de las aves autóctonas, por quienes sentía especial inclinación, así como también por el mundo del paisano, con sus supersticiones, religiosidad, el culto del velorio del angelito, los juegos de barajas y demás expresiones locales. Todo ello, basado en sus propias vivencias y en las de los lugareños, por quienes guardó siempre una especial gratitud. Al cabo, fueron ellos quienes la instruyeron en la “sabiduría popular”, los ritos, ceremonias, leyendas e incluso juegos y canciones, prácticamente todo el campo de la cultura regional. Esa noble sabiduría, sumada a las observaciones de su cosecha, hacen de esta obra una magnífica recopilación de la naturaleza y costumbres del valle de Concarán. Y nos invita a descubrir sus secretos.
Primera parte
El valle de Concarán con sus 200.000 hectáreas, se ubica en las sierras de los Comechingones, límite de las provincias de San Luis y Córdoba, y las sierras de San Luis al Oeste. Se halla surcado de Norte a Sur por el río Conlara. Con la llegada del ferrocarril, se desmontó el bosque de algarrobos y se utilizó su terreno para cultivo y pastoreo. Y así cambió la vida en el valle del Conlara.
En referencia al clima y sus inclemencias, encontramos supersticiones y conjuros aportados por los “informantes” para aplacar furiosas tormentas y producir lluvias en caso de sequías, de acuerdo a cada mes del año.
En abril, cuando finaliza la época de lluvias con sus días nublados de Semana Santa, se ganan indulgencias matando víboras. El clima se torna favorable para luego dar paso al frío intenso y la temida sequía, que con sus heladas perjudica los campos y cosechas. Felizmente, las nevadas brindarán la ansiada humedad que asegura el éxito de las cosechas.
Agosto es el mes de las enfermedades y los temores. El día 10 se celebra la festividad de san Lorenzo, fecha en la cual no se debe trabajar para lograr la protección que garantiza que el fuego no toque los campos, ya que es el abogado de las “quemazones”. El 24 del mismo mes, es el día de San Bartolomé. Y como los diablos “andan sueltos”, se toman precauciones para que no causen incendios. De no hacerlo, los demonios se vengarán causando remolinos sobre los campos para confundir a los caminantes, que evitarán ser llevados gritando tres veces “-¡cruz!”
El día 30 llega la tormenta de Santa Rosa, y la procesión lleva la imagen de la Virgen. Se cree que es un mes negativo para quienes sufren algún mal.
En septiembre, si aún no llovió, se espera hasta el 20, día de la Virgen de los Dolores, patrona de Concarán, que ofrece a los enfermos y ancianos un mejor augurio: ¡ya pasó lo peor! Pero aún existe otro peligro: los incendios de los campos durante la sequía.
Un mes benéfico es octubre, debido a que el agua de las lluvias que luego llenará los aljibes, será usada para beber y lavarse la cabeza. El fenómeno de la naturaleza es anunciado por lunas en cuarto menguante. Es el tiempo en el cual los terneros retozan y los sapos de las represas cantan. Comienza el período del arado, la siembra del zapallo, la sandía, el tomate y la cebolla. El valle renace y comienza a regalar sus frutos de durazno, manzana y pera.
El 4 de diciembre se espera la temida tormenta de Santa Bárbara, cuyos truenos y rayos son ahuyentados colocando un clavo sobre la imagen de cualquier santo, o con velas encendidas sobre el respaldo de la cama, junto a una rama de palma bendita. Las peores tormentas finalizan haciendo con el cuchillo tres cruces en el aire; luego se lo clava en el suelo, recitando sin mirar hacia la tormenta tres veces esta oración: “-San Bartolo se levantó, su pie derecho calzó, su caminito caminó. Bartolo subió a los cielos, se encuentra con Jesucristo, volvete Bartolomé, que yo te daré tal don, que en la casa que llegares no caerá piedra ni rayo, ni mujer morirá de parto, ni hombre de a caballo, ni criatura de espanto, ni doncella perderá su nombre, contra el Espíritu Santo”. Para finalizar, se declama: “-Santo Dios, santo inmortal, santo fuerte, líbranos Señor de todo mal.”
Claudia Ortiz