Berta Vidal de Battini es una destacadísima representante del “mundo puntano de las letras”. Nació en 1900 y falleció en Buenos Aires en 1984. En su provincia natal, estudió Magisterio para luego terminar su formación intelectual en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró en Filosofía y Humanidades con su tesis “El habla rural de San Luis”.
En el quinto capítulo, la autora narra la historia del chingolo, quien antes de ser chingolo era un hombre que estaba orgulloso de saberse el mejor cantor del pago. Galante y discutidor, era muy apreciado por las muchachas del lugar pero no por las madres, dada su condición de ateo.
Un día, y luego de participar de un oficio religioso, el protagonista no pudo detener sus impulsos e insultó a la fe cristiana y sus instituciones. Lo hizo al golpear con su bota los muros de la iglesia, cuyo techo estaba por derrumbarse, con intención de tirarlos definitivamente a patadas.
La población que formaba parte de la ceremonia se indignó y decidió linchar al blasfemo. Fue tal el disturbio que la policía llegó apresurada para engrillar al desacatado, que fue engrillado y llevado a la cárcel con el bonete de presidiario. Allí sufrió doble castigo: por un lado el de la ley, y por otro, el de Dios.
El tiempo hizo lo suyo, y ya en su celda logró redimirse pero continuó con su extravío, del que solo se percató al ser convertido en un ave nerviosa, obligada a dar saltos, y a construir su nido en el suelo, muy lejos del cielo donde vive Dios y conservando algunos rasgos del galán apuesto que había sido en su juventud.
Claudia Ortiz
